viernes, 8 de mayo de 2020

Riego en tierras de secano




Marina Estarlich Martorell
        Ramón Estarlich Candel
Cronistas de Antella




RIEGO EN TIERRAS DE SECANO



            Este trabajo trata sobre aquellas maquinas o aparatos que hoy día han desaparecido por quedar en desuso y que tradicionalmente se utilizaban en el término de Antella para elevar el agua de pozos o acequias para el riego de parcelas de tierras para el cultivo de tierras de secano.

          Nos referimos principalmente a las norias y las taonas. Aquellos artilugios primitivos fueron sustituidos por otro tipo de equipos que suben el agua a niveles más altos y aportan un mayor caudal de litros de agua por minuto, que son los motores de riego, por lo que también haremos una referencia a los primeros motores que se instalaron en distintas partidas del término de Antella y fueron las que propiciaron la paulatina desaparición de las senias y tahonas.


            NORIAS O SENIAS


            Las norias o senias fueron los sistemas de riego precursores del profundo cambio producido en el campo valenciano al poder transformar tierras de secano en tierras de regadío en las que se podían hacer los mismos cultivos que en las tierras de huerta. En el término de Antella estas máquinas desaparecieron en la primera mitad del siglo XX.

            Si bien su origen es persa donde las ruedas las movía la corriente del agua y los romanos las utilizaron en España durante su época de dominación, los verdaderos difusores e implantadores de las norias fueron los árabes que la introdujeron en España en el siglo VIII.

            La noria era una máquina que se usaba para sacar agua un pozo o una acequia, construida en su forma original toda de madera, tanto los engranajes como los cajones, pero las últimas que se han conocido estaban formadas por dos ruedas de hierro dentadas que servían para engranaje entre ellas, una en posición horizontal y la otra vertical a manera de linterna movida por una palanca en principio por humanos y luego por caballerías que el girar engranaba con la primera y llevaba colgada una maroma doble, o cadenas sinfín cuya parte inferior estaba sumergida dentro del agua bien del pozo o de la acequia.

            Las maromas o cadenas sujetaban varios cangilones o arcaduces, palabra este última que procede del araba al qadus, utilizándose el modismo caduf en la zona norte de la Comunidad Valenciana, siendo los cangilones todos iguales y de la misma capacidad, que estaban sujetados simétricamente uno tras otro guardando la misma distancia entre ellos.

            La cavidad del pozo donde se colocaba la senia se llamaba senial o pou. El terreno que rodeaba la senia solía estar un poco más elevado formando un montículo protegido por márgenes o calzadas de piedra que se denominaba andámit y encima de  este pequeño montículo había un caminet por el que daba vueltas la caballería para arrastrar la palanca y mover la noria.

            La pared de la senia estaba formada generalmente por dos robustas columnas posteriores llamadas matchos sin ninguna baranda de protección del pozo por la parte de delante ni por los lados. Encima de estas columnas se apoyaban los extremos de una jácena horizontal llamada polaina que en su parte media tenía un agujero por donde pasaba el árbol de la rueda horizontal de la senia y servía para asegurar la posición vertical del mismo árbol. El extremo superior de dicho árbol tenía un agujero por el que se metía un tronco redondo de madera del que tiraba el animal dando vueltas a la senia.

            Cuando la caballería empezaba a andar arrastrando el árbol central de la senia se ponía en movimiento la rueda horizontal que a su vez hacia girar la rueda vertical que arrastraba los cangilones hasta sumergirlos en el fondo del pozo y los sacaba llenos de agua que vaciaba en la rogadora de tierra o canaleta de obra por donde se conducía el agua al campo que se iba a regar.

Los pozos en los que se instalaban las senias se abastecían con el agua que se tomaba de la acequia o brazal de riego más cercano mediante una mina o túnel cuyo conducto las comunicaba.

            El pozo tenia forma circular o cuadrada con una anchura suficiente para cobijar en su interior la maquinaria y los cangilones y para su construcción había que excavar en la tierra hasta alcanzar una profundidad que estuviese al mismo nivel de la acequia de la que se iba a tomar el agua. A medida que se ganaba profundidad había que bajar al fondo sujetándose a una cuerda que se ataba en la superficie a un árbol o un punto firme y las puntas de los pies del pocero se apoyaban en unas pequeñas catas o agujeros que se excavaban en la pared. Las herramientas utilizadas para este trabajo eran picos y pallas ayudándose en ocasiones con pólvora, haciendo barrenos que se explotaban para romper y resquebrajar las cotas duras y rocosas y esta tierra y piedras se ponían en capazos de esparto que se sacaban al exterior utilizando poleas.

            El funcionamiento de las norias era semejante en todas ellas y la única variante que las distinguía era la forma de los arcaduces y el material de que estaban hechos. Con respecto a las ruedas que movían los cangilones, todas las de este estudio estaban hechas con hierro y su exterior era dentado para el buen engranaje de ambas ruedas que ponían en funcionamiento la maroma o cadenas que arrastraban los cangilones, solo una de las ellas tenía toda la maquinaria de madera y del aro exterior de cada una de las ruedas sobresalían unos pivotes que se entrelazaban haciendo el mismo papel que los dientes de hierro en las ruedas metálicas, si bien este sistema era más ruidoso que el de las de hierro.

            Los cadufos tenían formas diferentes según la clase de material con el que estaban fabricados pues algunos eran simples recipientes de barro o arcilla que estaban atados entre sí en forma de reata, si bien estos en Antella eran minoritarios. Los cangilones de madera se hacían con tablones planos de madera ensamblaos en forma de cajón y abiertos por la parte superior, así mismo los metálicos que eran de plancha tenían forma semicilíndrica y estaban abiertos por la parte superior y cerrados en los dos laterales para que pudiesen llenarse de agua y sin verterla durante la subida, salvo la poca que caía por los dos pequeños agujeres de desagüe situados en la parte inferior del cangilón al cangilón siguiente y una vez llegaban a la superficie, desde la parte alta de la rueda descargarla en la canaleta de riego.

            Tenemos constancia de que una de las senias, en vez de los clásicos cadufos o cangilones era del tipo de tapones de goma, que enlazados uno con otros por medio de una cadena circulaban por el interior de un tubo cilíndrico empujando el agua y subiéndola hasta la superficie donde la descargaba en la canaleta de riego. Para que los tapones pudiesen introducir agua en el cilindro y subirla por su interior, el tramo del cilindro que había en el fondo del pozo estaba cubierto por el agua y abierto por la parte inferior y de esta forma los tapones en su movimiento de arrastre ascendente metían el agua dentro del cilindro.

            También había norias movidas por fuerza hidráulica, que se localizaban en puntos estratégicos, dentro de ríos o acequias, que en vez de moverlas caballerías, era la misma corriente del agua la que hacia girar de forma ininterrumpida la gran rueda vertical sujeta por un eje que lo soportaban dos fuertes caballetes, si bien no hemos podido localizar ninguna de este modelo en Antella, un ejemplo de ellas lo podemos contemplar en la senia de L’Alcudia, hoy monumento local, que se montó en una plaza del casco urbano cuando fue retirada por desuso de dentro del cauce de la acequia Real del Júcar, de la que tomaba sus aguas con las que se regaba un parte muy importante de tierras de secano de su término.

            Debido a las transformaciones realizadas en el medio rural resulta difícil localizar el punto donde estuvieron instaladas las senias, ya que el terreno que estas ocupaban o bien quedan ligeros restos del punto donde se encontraba el pozo lo que lo hace difícil de localizar o bien se han transformado en tierra de cultivo formando parte de la misma parcela que antes regaban. No obstante se han podido localizar veintiocho y para situarlas de forma ordenada hay que hacerlo a través de tres itinerarios partiendo todos ellos del casco urbano.

            El primer itinerario lo haremos desde la entrada al pueblo por la carretera comarcal con dirección a Gavarda. A la derecha de la carretera en primer lugar estaba la de Donis Noguera de la que aún se conserva el pozo. Frente al almacén de galletas Rio había otra que era del Tío Torres para su uso particular. Continuando por la carretera y a la izquierda de la misma justo donde está proyectado la construcción de un polígono industrial se encontraba la que tenía el tío Pepe Sanchis y un poco más adelante estaba la llamada dels Frigols y la de Pepe Guitarra que estaban muy cerca la una de la otra, casi pegadas. Le seguía también en la misma parte de la carretera la de Julia Esparza Cantos que tomaba el agua de la acequia particular de Antella a la altura e la partida del Racó y a unos cien metros de distancia se encontraba la de Blas Torres más conocido como tio Blay. Continuando por la carretera después del Barranquet, nada más pasar la caseta de Estarlich donde la carretera hace una curva a la izquierda, abandonamos la carretera y  tomamos a la derecha el antiguo camino o carretera de Gavarda, y a la izquierda del mismo, aun se pueden ver las murallas de la senia que había junto a la casa del Molló, que era la más alta de todas, pues elevaba el agua hasta una altura de 8 metros. Siguiendo por esta camino, un poco más adelante se encontraba la de Faustino y algo más alejada, pero a la derecha del camino había otra que igual que las del Molló y de Faustino tomaban el agua de la Acequia Real de Júcar, que era dels Pichons si bien esta última estaba casi a la altura de la acequia y lindaba con el término de Gavarda, junto al teular, que lo mismo que los que había en Antella, el agua que necesitaban para la fabricación de tejas y ladrillos la sacaban del pozo que se alimentaba a través de una mina desde la acequia y con una polea en forma de un cilindro que tenía un eje central que se sujetaba a dos caballetes y al darle vueltas con una manivela arrastraba dos pozales situados de tal manera que al tiempo que se descargaba el agua del pozal que estaba en la superficie, el otro estaba llenándose de agua en el fondo del pozo.

            El segundo recorrido lo haremos partiendo desde el molino que había al final de la hoy llama calle del Molí por el camino en dirección a la desparecida basa pudenta en la que desaguaba la antigua red de alcantarilladlo, pues bien pegada a las casas del pueblo estaba la de Agustin Mena, que era de cangilones de plancha. Un poco más adelante y pasada la basa pudenta se encontraba la que fue de Serrano y luego de Pepe Cherrin, a esta le seguía si bien estaba separada al situarla junto a la propiedad del dueño la de Tonico Manga, cuya particularidad era que funcionaba con el sistema de tapones de goma. Separada de esta y próxima a la carretera junto a un corral colindante con la caseta llamada del motor de Arbona, estaba la de Antonio Mateu, Cherrin y continuando por el camino que discurre paralelo a la carretera, por la derecha del motor reseñado y justo donde termina la acequia particular de Antella estaba la de Els Pablanqueros.

            La otra ruta seria con dirección a Sumacarcer, después de pasado el camino o carretera del Estrecho y cerca del edificio que albergaba un pequeño molino harinero, por lo que se le conocía con el nombre de “Molinet” había una noria cuya titularidad era compartida por els Pobils y Ricado Wenceslao. Un poco más adelante haba otras dos que estaban muy juntas, ya que solo las separaba un camino de senda, la primera era la de Herminio Sala que regaba 20 hanegadas y la segunda de Chimo Inglés en la partida del Oro, que regaba unas 8 hanegadas. A continuación estaba la de los Olegarios, seguida de la dels Toeros, llamada así porque sus dueños eran del pueblo de Tous La siguiente era la del tio Hinojosa que regaba más de 50 hanegadas y la de Cisneros que regaba más de 40 hanegadas. Aún había dos senias más que eran propiedad de agricultores de Sumacarcer, la primera era llamada de Pere y la última pertenecía als Moixuns que regaba unas 30 hanegadas. Además por la carretera que conduce al pantano de Tous nada más pasar la casa de Cristóbal, antes de llegar al barranco de “Les Coves” se encontraba la que pertenecía a Curro Hinojosa en la partida “la Isleta” que fue la última en dejar de funcionar. Nada más pasar dicho barranco, tenía una senia Dionisio de Sumacarcer y en la partida del Pino Vero estaba la de los Remigios de Tous que regaba unas 10 hanegadas, continuando por la carretera al pasar el barranco de Balà había otra a la derecha de la acequia particular de Antella que regaba unas 3 o 4 hanegadas.

         La construcción de una senia representaba un gasto importante, pues además de la maquinaria en si, había que hacer un pozo para montarla y un conducto minado para llevar el agua desde la acequia hasta el pozo de la noria. Conocemos el caso de unos labradores que se llamaban de Gustina que en vez de hacer una noria por su cuenta entregaron a Julia Esparza Cantos la mitad de un campo de tierra de secano que tenia 32 hanegadas, o sea 16  hanegadas a cambio del derecho de riego con aguas de la noria, y que el tio Blay (Blas Torres) compró también, no sabemos con que trueque, a Julia Esparza Cantos el derecho de utilizar su mina continuándola hasta la senia que él hizo en su propiedad.

            Había cierta envidias entre las personas que se dedicaban a hacer los pozos y las minas, hasta el extremo de que en una ocasión, según información fidedigna transmitida por nuestros mayores, Julia Esparza Cantos encargó los trabajos del pozo y de la mina a una persona que le llamaban el tío Manota y ese personaje en una de las jornadas de trabajo después de prender fuego a las mechas de una de las explosiones controladas de barrenos, no consiguió salir a la superficie pues alguien, bien por envidia o por alguna venganza personal, había soltado la cuerda a la que se cogía el pocero para ayudarse en su ascenso. Por fortuna para él no explotaron todos los barrenos y gracias a ello salvó la vida, pero enterado de quien había sido el autor de la fechoría, le mató, huyendo después a la provincia de Albacete para evitar ir a la cárcel, pues en aquellos tiempos del siglo XIX no se buscaba a los matones en provincias distintas a las que se había cometido la fechoría.


                                                 Noria



                                                 Senia



TAONAS


Otro de los artilugios que utilizaban los agricultores para el riego era conocido con el nombre de taona, que consistía en un cajón de madera de forma alargada y descubierto por la parte superior y por uno de los dos extremos. Este aparato se montaba sobre un caballete que tenía un eje que le permitía bascular en movimiento oscilante y su funcionamiento consistía en introducir la taona en el agua de la acequia por el extremo cerrado que era el más ancho y una vez que había cargado agua se levantaba y volteaba sobre el otro extremo que estaba abierto descargando en el campo el agua para riego. Este trabajo requería un gran esfuerzo físico y se necesitaban un mínimo de dos personas ya que la descarga del agua tenía que verterse de forma continuada sin interrupción para que la fila del riego no se parara en ningún momento hasta que la parcela estuviese regada.

Tenemos noticias de la existencia de seis taonas, dos de ellas simples o sea de un solo elemento que las utilizaba Salvador Perales para regar una hilera de de naranjos que cultivaba junto a la acequia y y en lindes al actual Auditorio Municipal y la otra la empleaban Eliseo Mata y Chiral para regar un campo que estaba más arriba de la partida Pino Vero. Otro agricultor llamado Herminio Noguera necesitaba dos taonas para regar un campo que estaba justo antes de entrar en la partido del Oro, ya que la parcela de tierra tenía dos alturas con un desnivel entre ambas de cerca de 2,5 metros y con la misma taona grande que regaba la parcela inferior, luego llenaba una balsa y con una taona más pequeña eleva el agua desde la balsa al campo de arriba. Estas dos taonas pasaron luego a ser propiedad del padre de Enriqueta (¿), y la otra taona la gastaba Julia Esparza Cantos que con agua elevada de la noria con que regaba un campo llamado de las tres puntas, que lindaba con un campo de viña y una era donde había plantada una higuera, con una taona llenaba una balsa y con una segunda taona la elevaba hasta el huerto.


MOTORES PARA RIEGO


Con el transcurso del tiempo tanto las senias como las taonas fueron sustituidas por motores que llevaban anexionada una bomba centrifuga y por este medio elevaban el agua suministrando mas caudal y podían subirla a mas altura. De esta transición vamos a referirnos a los tres primeros equipos que se pusieron en marcha en Antella que funcionaban con distintos combustibles, al primer motor de gasolina que se instaló así como un caso muy curioso de riego mediante una turbina.

El primer motor de riego que se instaló en el termino fue en el año 1914 en la finca llamada de Cristobal, cerca de Sumacarcer. Este motor se fabricó en Alemania y se desplazaron técnicos de la factoría para instalarlo en la finca agrícola, hasta donde le tuvieron que trasladar desmontado con gran esfuerzo y dificultades ya que en aquella fecha aún no se había construido el camino de L’Estret, hoy transformado en la carretera que conduce hasta el pantano de Tous, y el único camino para llevarlo al lugar donde se iba a montar era por una senda de caballerías y a lomos de varias bestias se transportó todo el equipo. El sistema de funcionamiento de este motor consistía en una caldera con agua que se calentaba con leña hasta hacerla hervir, y el vapor que producía la ebullición del agua ponía en marcha el motor que accionaba la bomba de elevación del agua. Otros agricultores pidieron derecho de agua de este motor y entre el canon que pagaban figuraba el tener que llevar leña para calentar la caldera.

El segundo motor que se instaló fue el conocido con el nombre de motor de Don Andrés que suministraba muy poco caudal de agua, pero la auténtica revolución en motores de riego fue el llamado de Sala que tenía mucha potencia y sacaba una gran fila de agua y se le puede considerar el padre de los regadíos de tierras de secano de Antella. El motor que empleaba como combustible carbón y cascaras de almendra era del tipo de los llamados de gas pobre, porque casi no alcanzaba revoluciones lo que provocaba que sus explosiones  fueran sonoras y espaciadas de una a la otra, su sonido era algo así como un cham… cham… cham.. similar al que hacen los motores de las barcas de pescadores.

Transcurridos unos años llegaron los motores de gasolina, como el que se instaló el 12 de septiembre del año 1931 en una finca propiedad de José Sanchis Verdeguer en la partida del Oro. Este motor marca Wols Struch que accionaba una bomba Clim era propiedad de 19 labradores que reunían un total de 86 hanegadas. Este equipo en teoría suministraba un caudal de 2.000 litros de agua por minuto, si bien en su recorrido a lo largo de las tuberías y canaletas de conducción se perdía mucha agua, por lo que al campo solo llegaba una fila de agua muy pobre y se tardaba muchas horas en regar parcelas pequeñas de poca extensión.

Como había más labradores que también querían regar sus campos, un grupo de 5 personas compró el edificio del Molinet con la finalidad de aprovechar la turbina instalada en su interior que se había utilizado anteriormente para mover las ruedas de un pequeño molino y había sido utilizada también para producir electricidad, con la finalidad de acoplarle una bomba de agua ya que a la turbina la ponía en movimiento un salto de agua de 2 metros de altura que caía desde un canal que desviaba agua de la acequia particular de Antella. El edificio y la turbina se compraron por la cantidad de 350.000 pesetas pero con este sistema se conseguía dar un caudal de agua para riego de 2.900 litros por minuto sin ningún coste de mantenimiento, sin más gasto para su funcionamiento que lo que costaba una pastilla de brea que se gastaba cada año para aplicarla sobre la correa de transmisión y evitar que esta patinara. Posteriormente entraron en la sociedad todos los agricultores hasta donde llegaba el agua, que sumaron un total de 170 henegadas. La rotura de la turbina y la falta de piezas para poder repararla, según dijo Garcés, que era el mecánico encargado de su mantenimiento y conservación, fue la causa de que la instalación quedase inutilizada y abandonada a finales del año 1972.

Todos aquellos sistemas de riego y aquellas arcaicas máquinas se han extinguido y han desaparecido, siendo sustituidas por grupos de bombas movidas con motores de gasoil y eléctricos, y actualmente por el novedoso método de riego por goteo que se está imponiendo por la economía de consumo de agua para riego que representa y las ventajas que supone para hacer a través de las conducciones del mismo el abonado de las tierras y otros menesteres agrícolas.



BIBLIOGRAFIA

Alcover, A. M. Diccionari català-valencià-balear.(1980)

Diccionario enciclopédico Espasa (1990), vol.9

Libro del Cronista de Antella. Archivo personal.

Expendurías de pólvora



Marina Estarlich Martorell
        Ramón Estarlich Candel
Cronistas de Antella



EXPENDEDURIAS DE POLVORA







Desde que el monje alquimista Berchtold Schwartz inventó la pólvora en el siglo XIV, este producto que en determinadas circunstancias y bajo ciertas acciones mecánicas es capaz de deflagrar o explotar, se viene utilizando para la fabricación de balas, cartuchos, bombas, granadas, etc., construcción de túneles, minas y pozos, desmontes, así como en pirotecnia y en otros casos.



            El empleo de la pólvora con fines pacíficos para construir vías de comunicación y mejoras territoriales, se generalizó y tubo un fuerte incremento de consumo en el siglo XVIII, a partir de la proclamación como Rey de España del monarca Carlos III, que fue el verdadero impulsor y promotor de las obras públicas en todo el territorio nacional. Pero en la primera mitad del siglo XX   empezó a descender su utilización como consecuencia principalmente por el rápido y profundo cambio en los métodos empleados para hacer las obras públicas, los caminos, las carreteras, los pantanos, infraestructuras, etc., al sustituir los barrenos por máquinas motrices de gran potencia, capaces de excavar y perforar no solo la superficie terrestre sino incluso las montañas.



            Por el peligro que entrañaba tanto el almacenamiento como el consumo de este producto, en función de quien la empleara y el fin que se le diera, se ejercía un control sobre su fabricación distribución y venta, siendo la Unión Española de Explosivos la empresa dedicada a la fabricación y venta exclusiva de las pólvoras y materiales explosivos, y para llevar a buen fin estas acciones disponían de representaciones Provinciales, de las que dependían los Expendedores Oficiales y a su vez eran estos expendedores los que suministraban la pólvora a los comercios de algunas poblaciones denominados “Expendedores de Sucursal”, y tanto unos como otros, almacenaban y vendían a los consumidores la pólvora y los materiales explosivos.


            Como resultaba que la venta de pólvora y complementos era muy interesante para los comercios, no solo por la comisión que percibían por esta gestión, sino porque al disponer de este producto aumentaban el número de clientes y por tanto la venta de los demás géneros, los tenderos intentaban conseguir la concesión de una expendeduría de pólvora.



            El 12 de Mayo de 1913, la Dirección de la Sociedad Unión Española de Explosivos, nombró Expendedor de Sucursal de pólvoras, mechas, cartuchería cargada y vacía en Antella, como Sucursal de la Expendeduría Oficial de Játiva a Don Ramón Candel, propietario de un comercio situado en la calle de Santa Bárbara número 9, en el que se podían adquirir comestibles, piensos, alpargatas, bujías de cera, bombillas eléctricas de 110 V. de 12, 20 y 40 w. con sistema de fijación de rosca y de bayoneta, y otras mercancías.



      Según el Reglamento Orgánico de los Servicios y concretamente en su artículo número 93 y entre las obligaciones del expendedor de Sucursal figuraba la de tener surtido de los géneros de uso corriente en la localidad en que radique; a no vender las unidades precintadas a precios más elevados de los de la tarifa; no vender a un consumidor cantidad superior a la que ley autoriza tener en su poder a cada individuo y llevar cuadernos de registro de compras y ventas que tenían que legalizar en la Alcaldía, y de acuerdo con el artículo 94 estas Sucursales tenían que surtirse de los géneros que necesitasen en la expendeduría oficial a que pertenecieran.



En el artículo 96, decía que en el caso de que una sucursal haya comprado durante un año natural géneros por valor de 2.000 pesetas, en la expendeduría oficial a que esté agregada, tendrá derecho a que se le dé credencial de expendedor oficial.


Habiendo cumplido el requisito señalado en el artículo 96, con fecha 19 de Enero del año 1.915, la Unión Española de Explosivos, nombró a don Ramón Candel, Expendedor Oficial en Antella, dependiendo de la Representación de dicha Sociedad en la provincia, al tiempo que otras poblaciones pasaban a ser Sucursal de la Expendeduría de Antella.



            En el Reglamento de esta nueva concesión, se podía vender tanto al público de la localidad, como a las Sucursales a ella agregadas. En cada partido judicial tenía que existir al menos una expendeduría Oficial.



            En el artículo 82 se decía que en las expendedurías oficiales habrá surtido suficiente para las necesidades de la localidad y de las sucursales a ella agregadas, de todos los géneros de uso corriente en su zona. Se procurará con interés  la venta de los artículos fabricados por la Sociedad, los cuales deberán recomendar a los consumidores, y que para la eficacia de esta gestión, se precisa que tengan siempre existencia de los mismos, teniendo en cuenta que para vender un artículo cualquiera, sea reglamentario o no, se precisa que tengan todos los reglamentarios similares. Ejemplo; para vender cualquier clase de pólvora de caza, deberá haber existencias de pólvoras de caza fina y superior.



            Los expendedores oficiales disfrutarán sobre el importe de las compras que efectúen  las comisiones que señale la Sociedad, estipula el artículo 84, y en el artículo 85 se establece, que los géneros serán puestos libres de todo gasto en su polvorín o expendeduría, siempre que su pedido llegue a  100 pesetas.



            Será condición indispensable para ser Expendedor oficial, el tener establecimiento abierto al público, artículo 86, al tiempo que tenían que procurar dar a los consumidores todas las facilidades que sean  posibles, atendiendo y transmitiendo cuantas quejas les sean hechas, debiendo tener la tarifa de precios en el sitio mas visible del local.



            Tenían que llevar cuadernos con el registro de compras y ventas de los artículos comprendidos en el arriendo, que deberán legalizar en la Alcaldía, y quedan obligados a consentir que por cualquier empleado de la Compañía se le hagan en cualquier momento visitas domiciliarias, y a facilitar a la Inspección cuantos datos puedan ser útiles para la persecución del fraude.



El 20 de Agosto de 1917 la Unión Española de Explosivos, envió una Carta-Circular a los Expendedores oficiales y Sucursales, en la que entre otras cosas decía: El día 31 de Agosto de 1917, cesa la facultad de la Sociedad para conceder la exclusiva de la venta. Así pues a partir del día 1º de septiembre, cualquier ciudadano puede dedicarse a la venta de explosivos siempre que cumpla las disposiciones dictadas o que se dicten.

           

Ahora bien esta Sociedad, que ha de seguir fabricando y vendiendo cuantos artículos abarca el Arriendo, de igual modo que hasta aquí, limitará la venta a aquellos comerciantes que han venido siendo los expendedores del Arriendo y que deseen seguir dedicándose al comercio, pero sin que ello implique compromiso ninguno sobre radio de acción determinado. Si la Sociedad estima que en una localidad es suficiente un expendedor, no realizará venta alguna a otra persona, mas si se informa de que la expendeduría establecida no tiene surtido bastante o vende a precio más elevado que el designado, inmediatamente se procurará encontrar nuevo expendedor que defienda mejor nuestros intereses.

           

A partir del 1º de Septiembre, no habrá ya la clasificación de expendedores oficiales y expendedores sucursales, todos serán expendedores oficiales y disfrutarán de idénticas condiciones, que serán las mismas que han venido rigiendo durante el Arriendo, es decir, han de vender todos los artículos que fabrica o importa la Sociedad al precio de tarifa, concediéndoseles como premio por la venta la correspondiente comisión, limitándose a pedir los artículos de uso corriente en la localidad.



            Todos los expendedores tenían que darse de alta en la Delegación de Hacienda de su provincia  o en la Alcaldía a los efectos del pago de la contribución por la venta de explosivos, además de la que les corresponda por su comercio de comestibles, tejidos, ferretería, armería, etc.



            En cuenta a la forma de hacer los pedidos, han de pedir las dinamitas, mechas de seguridad, detonadores, pólvoras de caza, mina y pirotécnicos, cartuchería para escopeta, tanto vacía como cargada en el extranjero. A la Dirección pedirán la cartuchería para fusil, carabina, revolver, pistola, Floweet y pistones de todas clases, así como los cartuchos para escopeta cargados en nuestro taller.



            Sigue una serie de informaciones sobre las condiciones de venta en las que se insiste que el precio de venta para todos los productos precintados sea el que figura en tarifa. Que al establecerse un impuesto oficial controlado por la Dirección General del Timbre, en lo sucesivo los cartuchos vacíos marcas “Corriente”, “Primera” y Santa Bárbara se consideran géneros del País, y todas las demás marcas son géneros de Extranjero y las pólvoras extranjeras se valoraban los botes de media libra como de 250 gramos, los botes de una libra, como de 500 gramos y los de cinco libras, como de dos kilos y medio.



La forma de llevar la contabilidad se fijaba en el artículo 18 del Reglamento, en el que dice que los expendedores deberán llevar un libro para detallar en él los movimientos de entradas y salidas de cada artículo, dando cuenta del resumen de las operaciones a la Delegación de Hacienda de su provincia en los días 15 y el último de cada mes, pero como esto supondría mucho trabajo para los expendedores, se accedía a que se limitaran a remitir un estado quincenal en el que se expresen los géneros adquiridos, cuyos datos se tomarán del libro de compras y el detalle de las ventas de dinamitas y detonadores que tomarán de la matriz del talonario de Vendís que han de entregar a los compradores de dichos artículos.



Todas estas medidas de cargas fiscales, la libertad de que cualquier ciudadano pudiera dedicarse a la venta de explosivos siempre que cumpliese las disposiciones dictadas o que se dictasen, y el empleo de grandes máquinas para las obras públicas y privadas, motivaron el cierre paulatino de estas expendedurías que poco a poco fueron desapareciendo en su totalidad.