martes, 7 de abril de 2020

Corrales y casas en Antella




Marina Estarlich Martorell
        Ramón Estarlich Candel
Cronistas de Antella


CORRALES Y CASAS EN ANTELLA




          Desde la antigüedad los pobladores de la villa de Antella se han dedicado al pastoreo y a la explotación de la tierra y la forestal del monte de su término municipal, actividades estas que hoy en día han desaparecido, siendo actualmente su medio de vida la agricultura de secano y a la de regadío, y estos cambios en su actividad laboral han marcado los diferentes modelos del tipo de vivienda o morada, así como las diferentes edificaciones rurales que han construido y utilizado en las sucesivas etapas del tiempo.

De las primeras edificaciones que conocemos, pocas muestras quedan en pie de lo que fueron las primitivas viviendas del poblado ibérico del s. III a. C. que existió en el cerro del monte la Creueta, aunque en algunas zonas todavía se ven aflorar los zócalos de las casas del recinto, pero la mayor parte de estos se encuentra ocultos o bien han sido destruidos por las labores agrícolas que se han llevado a cabo sobre el terreno, no obstante se pueden ver tramos de muro o pared de las casas del poblado que estaban construidos con piedras obtenidas del mismo monte y un camino de piedras. 




 Otra modalidad de construcción fue la de los habitáculos construidos en las afueras del pueblo y separado del casco urbano, cuyo destino era para encerrar reses, estos fueron los corrales de ganado que nacieron como consecuencia de que el término de Antella le cruza la vereda, que era la vía de paso reservada a la trashumancia cuando los pastores traían sus rebaños desde otras regiones más frías y áridas a estas tierras y montes que por su bonanza de clima y fertilidad les ofrecían buen pasto y comida para el ganado.

Dentro de este tipo de construcciones hay que mencionar en primer lugar la que recibía el nombre de corraliza, que era el recinto más fácil y sencillo de construir, debido a que estos cercados no tenían techo y se aprovechaba la pared vertical del monte como uno de los muros y desde un recodo de esta montaña se empezaba a hacer una calzada de piedras de una altura suficiente para el ganado no la pudiese saltar con facilidad. Esta calzada que nacía adosada a la montaña se extendía en paralelo a la pared del monte, separándose lo necesario para que entre ambos muros quedase un espacio lo bastante ancho para encerrar el ganado cuando no estaba pastando y se pudiera utilizar como corral. En la foto pueden verse los restos que aún quedan de la corraliza llamada “dels macheros” de Antella, cuya familia durante generaciones fueron pastores.




En la parte superior derecha de la fotografía aparece la entrada de una cueva que servía de cobijo y vivienda a “los macheros” que tapiaban la entrada a la cueva con un muro de piedra que llegaba casi hasta la parte cóncava de arriba de la cueva y colocaban una puerta para proteger la entrada evitando que alimañas u otros animales salvajes invadieran la cueva.

Además de esta corraliza para ganado cabrío, hubo otros cuatro corrales destinados a encerrar ganado lanar, situados todos ellos en las estribaciones del monte en la falda del mismo, y muy cercanos a la vereda para que los animales pudieran ser conducidos hasta ellos y sacarlos a pastor por esta vía pecuaria eligiendo un lugar que estuviese cercano a alguna fuente o hubiese un camino por donde se pudiera llevar el rebaño hasta el río para abrevar.





El corral ocupaba una superficie de unos 400 metros cuadrados o más y estaban al descubierto, a cielo abierto, salvo tres porchadas de cubierta que se construían con troncos de pino del mismo monte, aprovechando la pared de la derecha, la de la izquierda y la de frente a la puerta de entrada al corral.

El piso del corral era de tierra, pero en las porchadas, sobre la tierra se extendía una capa de paja que servía como lecho de cama para los animales y al mismo tiempo, los excrementos que estos depositaban transformaban la paja en un producto llamado “cherri”. que se utilizaba como abono para fertilizar los campos de tierra destinados a cultivos agrícolas

Estos cuatro corrales fueron los de la Font dolça ubicado dentro de la finca del mismo nombre, que contaba con agua que manaba una fuente. El corral del Casero, construido en una parcela lindante con el camino del Asagador que cruzaba la vereda y era la vía de conducción de los rebaños hasta el río Júcar para abrevar. El tercero era el corral del Hort de Cristobal en la partida la Charquia, y un cuarto entre esta población y la de Tous junto a la zona denominada La Gola.

Hoy día solo podemos encontrar restos del de la Font dolça, que cuando dejó de ser utilizado como corral de ganado, sobre mediados del pasado siglo XX, quedó abandonado y no se hicieron los trabajos de mantenimiento y conservación y como consecuencia de ello perdió sus porchadas al derrumbarse la techumbre y  una parte de sus muros que están en situación de ruina progresiva. Este corral estaba situado cerca de la casa masía, y al se llegaba por medio de un camino o ramal que parte de la vereda y toma la dirección de la casa masía, donde finaliza.

Con independencia de los poco que queda en pie del corral de la Font Dolça, no quedan restos de ninguno de los otros tres corrales antes dichos, ni del lugar donde estaban emplazados que ha desaparecido y es actualmente terreno de cultivo al haberlo añadido a la parcela agrícola colindante.

Otro tipo de construcciones eran las casetas agrícolas que aunque eran de similares medidas y con la misma forma construcción, las podemos clasificar en dos tipos atendiendo al uso que se les daba y a su lugar de ubicación.





El primero de ellos es el de las casetas que había en los campos dentro de la parcela agrícola y junto al camino, necesario para llegar hasta ellas con facilidad, bien caminando por senda o con caballería. El techo de casi todas las casetas solía tener la vertiente a dos caras, aunque alguna lo podía tener plano.

Tenían una puerta de entrada y una pequeña ventana en una de las paredes laterales. En su interior, el agricultor guardaba herramientas y utensilios agrícolas, abonos y otros menesteres

En el segundo se pueden encasillar las casetas que había dentro del terreno de las eras, lugar donde se hacían las parvas para trillar los cereales, tales como trigo y arroz, se espolsaba el cacahuete y donde los arrendadores y medieros llevaban la cosecha recolectada en las tierras que cultivaban, para entregar al Señor Territorial o a los propietario de los campos la parte pactada y convenida entre las partes. El techo era de doble vertiente y lo mismo que las que había en los campos tenían una puerta de entrada y una ventana pequeña en la pared lateral. Las casetas de las eras se gastaban para guardar las palas, horcas, capazos, ramazos precisos para la trilla, y resguardarse del calor del estío en la época de la trilla del trigo y otros cereales.

Todas estas casas están hechas con el mismo patrón o plano presentando forma cuadrada, con una superficie aproximada de diez metros cuadrados, altura de sus muros de unos 2 metros, con techo cubierto con teja moruna a dos vertientes, siendo pocas las de cubierta llana con un solo uso. Solo una de las casetas que hemos conocido la llamada caseta de Bernabé, servía para  los dos usos el de servicio agrícola y el de era ya que estaba situada dentro de una era, la cual estaba lindante con una parcela de tierra de la misma propiedad.

Finalmente hago una breve referencia a las casas morada de los pobladores

Las paredes se hacían con tierra arcilla y piedras que se recubrían con yeso u otros materiales protectores, y se remataban con un encalado, porque era la forma más económica de adecentar el interior de la morada al tiempo que servía como desinfectante natural contra microbios y microorganismos.

Toda la estructura del inmueble era de tierra y de piedra. Más tarde se cambia la arcilla por el mortero. Otro tipo de material era el llamado adobe que era un atabón hecho con barro y pajuz.

Los suelos en las casas y los de los patios exteriores eran de tierra, en muchas ocasiones de la misma tierra arcilla del solar donde se construía el edificio, al edificarlas en los terrenos de los campos que estaban destinados al cultivo agrícola.

Para hacer las cambras y los tejados de las casas se utilizaban pinos del monte público que servían de vigas y polainas. En las cambras los pinos se ponían tal como se habían cortado en el monte pero quitándoles la corteza. Encima de las polainas se colocaba una techumbre de cañizos que se cubría con tejas árabes formando un tejado con canaletas para recoger y conducir el agua de lluvia. Sin embargo a las polainas que se gastaban para hacer el techo de la casa, además de quitar la corteza del pino, se trabajaban artesanalmente para conseguir piezas lo más homogéneas posible, y en ocasiones, incluso se les practicaban rebajes y adornos, pero de mayor resistencia que las del tejado, ya que el piso de la cambra era pisable al haber vertido previamente sobre los pinos y los atabones que cubrían el espacio entre ambos con una lechada de yeso  y cal. 

Las casas tenían normalmente una planta baja y una planta alta, que se utilizaba como cambra y granero. La casa se dedicaba a vivienda habitual con las dependencias precisas para la vida familiar y podía estar construida a una mano con habitaciones adosadas a las que se llegaba por un pasillo que iba desde la calle hasta el corral de la vivienda, o a dos manos, en las que había un paso central y dependencias a ambos lados del pasillo. El ancho del pasillo y el de las habitaciones solía tener 4 metros de ancho.

Al fondo pasadas las dependencias y dormitorios, se situaba el corral para guardar las caballerías, carros y animales domésticos de crianza, por lo que resultaba que para que pudiera pasar una caballería o un carro hasta el patio interior y el establo, había que atravesar toda la casa, y por esta motivo, cuando se enlosaba  la zona de la vivienda, como las baldosas de barro no tenían suficiente resistencia para soportar un peso excesivo, el terreno que pisaba la caballería se hacía incrustando cantos romos de piedra de rambla sobre la tierra, pues de este modo se evitaba que el animal resbalase al cruzar la casa, mientras que la zona que tenia que soportar el peso del carro y la dureza de sus ruedas de madera que llevaban un aro exterior de hierro, se enlosaba con piedra dura de sillería con superficie rústica, y en la parte restante del suelo, cuando el propietario podía hacerlo, se colocaba pavimento.

En el dintel de la puerta de entrada, se colocaba una piedra de unos 5 cm. de grosor encima de la acera para evitar la entrada de basura y del agua de la lluvia, pero se practicaba una hendidura cerca de sus extremos dejando una huella por donde pasaba la rueda del carro.





La parte baja de los muros del portal se protegían con bancadas de piedra de la misma calidad que la del portal, como podemos ver en la casa de la calle Doctor Ramón y Cajal 1. Para proteger las esquinas de las manzanas se repetía misma operación con piedras de mayor tamaño, como las que hay en la confluencia de la calle Molí y la calle del Doctor Ramón y Cajal.

Con la modernización de maquinas agrícolas para trabajar la tierra y la desaparición paulatina de carros y animales de tiro y carga, en muchas viviendas se cambió el piso cubriéndolo con pavimentos hidráulicos más resistentes a soportar peso además de que se fabricaban con cemento pero en su parte superior que era la visible y la pisable se remataba con cemento de distintos colores, lo que permitió hacer dibujos y combinaciones diversas de figuras geométricas  separadas entre sí con ribetes o líneas de distintos colores

Los primeros suelos pavimentados de que tenemos noticias eran de piezas cuadradas de cerámica del color de la misma tierra arcilla que se utilizaba para su fabricación, generalmente de tamaño 40 x 40, si bien uno de los suelos más antiguos de este tipo de baldosas, en medida de 20 x 20, que se conservan en la población, y posiblemente el único original que exista, está en una sala de la planta primera de la Casa del Rey, que fue construida a principios del siglo XIX.

Para proteger la parte baja de las paredes, que estaban pintadas con distintos tonos de coloridos o encaladas, de la humedad del mismo muro y también del agua que pudiera salpicarla al regar el suelo la casa, cuando era de tierra así como del roce de los trapos húmedos o muy mojados con los que se lavaba el pavimento, se empezó a proteger la pared colocando encima de las baldosas una pieza de cerámica de poca altura, sobre unos 7 cm llamada  rodapié. Esta costumbre aún perdura hoy en día, pero en algunas viviendas pertenecientes a familias pudientes, el chapado se colocaba hasta alcanzar un nivel de un metro o incluso más, a tenor del diseño decorativo del constructor o deseo del propietario.

El chapado de pared más antiguo que se conserva en Antella es el zócalo de las paredes de la tras sacristía de la iglesia parroquial de Antella, pasado el trasaltar, que formado por azulejos de 13 x 13 cm con una banda diagonal que lo divide en dos mitades, una zona blanca y otra verde, conocidos popularmente como mocadorets, intercalando otro azulejo de las mismas dimensiones con una flor de cuatro hojas y pétalo con remates corviformes en sus costados con colores azul, azul tenue, amarillo, naranja y verde, complementado con conjuntos de cuatro azulejos de la misma medida  que forman un azulejo cuadrado de cuarto de 26 x 26 cm Azul, azul tenue, verde, amarillo, naranja, blanco de fondo, con roseta central  de la que nacen hojas en vertical y ramillete de cuatro rosetas en los encuentros de los cuartos. Cenefas en la parte de arriba formada por dos azulejos con roseta en su centro y hojas en su parte externa. con los mismos colores del zócalo.





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