viernes, 10 de abril de 2020

Desaparición de monumentos feudales



Marina Estarlich Martorell
        Ramón Estarlich Candel
Cronistas de Antella

     Presentado en el castillo de Benisanò








DESAPARICION DE MONUMENTOS FEUDALES



     Mi aportación a esta mesa redonda va dirigida  a hacer un ligero esbozo de las causas que propiciaron el desuso de los signos externos feudales como eran los castillos, torres y las murallas.



      Con referencia a los castillos de tipo defensivo en la Comunidad Valenciana, la mayoría de ellos son de época islámica, si bien algunos son de fechas anteriores  es decir preislámicos, y por lo general estaban asentados alrededor de las ciudades, protegidos en ocasiones por murallas que circundaban bien solo el castillo o toda la zona urbana limítrofe.



     Otras veces y de tiempos posteriores a la dominación islámica en España, los encontramos en la parte alta de las montañas especialmente cuando se construían para proteger la costa de los ataques de los piratas que llegaban por el Mediterráneo, procedentes del norte de Africa.



     Para poder entender los motivos de la desaparición de los castillos hay que empezar por el estudio de su origen, pues algunos historiadores piensan que el castillo era solo un símbolo de poder señorial, feudal o en ocasiones una avanzada en el terreno del poder central con competencias administrativas y defensivas, mientras que otros dicen que nacieron como refugio fortificado hecho por la comunidad campesina que los cuidaban y mantenían, no teniendo nada que ver con la función feudal ni de la emanada de la autoridad. Por otra parte, Pierre Toubert lo interpreta como un fenómeno social más que como un elemento meramente militar.



     Con independencia de la casuística que motivara su construcción, lo bien cierto es que en la Edad Media los castillos, torres y murallas fueron perdiendo su carácter de refugio de la población campesina y poco a poco pasaron a ser propiedad de los señores feudales que dan a las torres y castillos, como dice Jorge Saiz en su estudio titulado “La intervención del poder real en los castillos nobiliarios valencianos en tiempos de guerra, 1424-1430” el destino de fortaleza y lugar de morada, o sea que desempeñaban un doble papel, militar y social.



     A finales del siglo XV, con la consolidación de la autoridad monárquica y la mayor pacificación interna, conseguida por los Trastamara, y el traslado de residencia de la nobleza a la capital del reino, los castillos, torres y murallas pierden su importancia militar, y como consecuencia en unos casos del abandono de los mismos por sus propietarios o usuarios, y en otros, de no realizar las obras necesarias de conservación, se entra en un periodo de destrucción progresiva de estos edificios. Llegada la edad moderna se contempla el fuerte declive de estas fortificaciones feudales salvo en el breve periodo de tiempo que duraron las Germanías y por la  necesidad de defender las costas de los ataques de los pueblos piratas que invadían las ciudades marinas o próximas al mar. Pero fue a finales del siglo XIX cuando habían perdido por completo su funcionalidad al abolirse el régimen señorial con la extinción definitiva de algunos de sus derechos y prerrogativas.



     Los hechos que he mencionado, marcaron el comienzo de una nueva etapa de supervivencia y conservación para estos monumentos, pues la época de los castillos, torres  y murallas había finalizado. Las murallas fueron las primeras en caer por dos razones principales, la primera era que impedían el crecimiento de las ciudades y la segunda es que con el trabajo que representaba su derrumbe, se atajaba el paro que existía. Las torres quedaron dentro del casco urbano y fueron destinadas a vivienda, almacén u otros menesteres, y los castillos condenados al abandono y a la destrucción, siendo en algunos casos arrasados y en otros abandonados, lo que propició a lo largo del tiempo su degradación y la desaparición de muchos de ellos de los que no ha quedado ni el más mínimo rastro.



     Hoy día empleamos dos ciencias que nos permiten conocer la existencia de algunos de los castillos desaparecidos, que son la arqueología y los documentos escritos.



     Con respecto a la documentación escrita, las principales fuentes a las que debemos recurrir para buscar información son: El Libre dels Feyts, o Crónica de Jaime I: Mapas de la época marcando limites de territorios; Tratados entre principes cristianos y musulmanes; Los repartimientos reales de tierras, molinos, almaceras, hornos, tabernas, etc.



     Está claro que cuando contemos con documentación, hay que estudiarla antes de que intervenga el proceso de excavación arqueológica, pero queda bien definido  que estas dos ciencias se complementan para ayudar al estudioso y al investigador en su tarea de localizar castillos, torres o murallas que ya no ocupan ningún espacio físico o como mucho, sus restos resultan imprecisos. En caso de que no se encuentre ningún documento, solo nos queda la posible excavación, para la que hay que obtener la mayor información posible antes de iniciarla, aprovechando por los nuevos sistemas que hoy disponemos de fotografías aéreas, comprobar las redes de caminos, y preguntar a las personas más mayores que en tantas ocasiones nos dan pistas y noticias que no encontramos en otras fuentes.



     A modo de ejemplo del posible empleo para la utilización de la arqueología ponemos el caso del castillo de Sumarcárcer que no presenta problemas de localización, pues los restos del mismo se encuentran junto al municipio del mismo nombre, sobre un altozano, en la parte superior de una cresta rocosa cerca del pueblo. Las ruinas de sus murallas se divisan desde lejos y si llegamos hasta el enclave aparecen los restos de dos edificaciones militares, las dos cisternas y la muralla que circunda el conjunto, lo que nos permite su estudio y descripción con la ayuda de la arqueología.



     Otro caso similar aunque en peor estado de conservación, lo encontramos en el castillo de Tous, que esta situado a la orilla izquierda del río Júcar, mas arriba del antiguo casco del pueblo viejo de Tous, sobre un pitón calcáreo como lo describe el cronista Juan Martorell, cuya superficie se aumentó adosándole muros de contención. Poco resta de esta fortificación pudiéndose localizar las dos cisternas y una tercera que está cegada. Los restos más importantes que quedan del conjunto es la torre que está separada del castillo y aislada del mismo, pues las murallas del asentamiento están derruidas.



     Acerca del conocimiento por medio de documentos podemos mencionar el  desaparecido castillo de Villanueva de Castelló, del que tenemos noticias por un testimonio producido durante el primer cerco a la ciudad de Xátiva en el verano del año 1240,  cuando el rey Jaime I, en una entrevista con un alfaquí que había enviado el alcaide de la ciudad como mensajero, el monarca le dijo que “nunca se quitaría el cerco, si no le dava el uno de los dos castillos de Xátiva, o Castellón”. El alfaquí se volvió a Xátiva y tratado el asunto con el alcayde, se acordó darle al rey el castillo de Castellón. En el año 1244 y desde este mismo castillo se inició el ataque para conquistar Xátiva. Se trataba de un castillo pequeño, no era una torre de vigía ni tampoco un castillo grande pero su situación estratégica dominando el paso del río Júcar por el vado de Barragá conocido también como “Barca de Alcosser” era fundamental para facilitar el paso a las tropas.



     Otro castillo y murallas desaparecidos son las de Alberic, pues según Vicente Giménez Chornet, en un documento existente en el Archivo del Reino de Valencia, Real 614, fol. 103v-114, en el año1300 Jaime II vende a Jaime de Romaní la torre y alquería de Alberic. Esta torre en 1271 es propiedad de una familia cuya finalidad es defender su patrimonio de sus vecinos o enemigos. El castillo o palacio señorial estaba situado en el centro de la población protegido por una muralla y su función era militar, para defensa del orden feudal, funcionaba como centro logístico de invasión y de control fiscal  del sistema impositivo feudal. En el año 1869 el gobierno local decide la demolición de las murallas y el castillo o palacio perdió su razón de ser.



     Cerraremos este breve resumen citando el castillo fortaleza de Cárcer totalmente desaparecido y del que desconocemos el lugar de su emplazamiento, así como noticias de su construcción ni la fecha de su destrucción. Tenemos conocimiento del mismo porque en un privilegio del rey Jaime I, incluía en el término general de Alzira los castillos de Cullera, Corbera, Alfandec de Maryén, Cárcer y Sumacárcer, con sus correspondientes términos y alquerías.



     Muchas gracias por su atención.









BIBLIOGRAFIA: Castells, torres i fortificacions en la Ribera del Xúquer, de Antonio Furió, Josep Aparici, eds., Ajuntament de Cullera, Universitat de València, 2002.

No hay comentarios:

Publicar un comentario