Marina
Estarlich Martorell
Ramón Estarlich Candel
Cronistas
de Antella
Presentado
en el castillo de Benisanò
DESAPARICION
DE MONUMENTOS FEUDALES
Mi
aportación a esta mesa redonda va dirigida
a hacer un ligero esbozo de las causas que propiciaron el desuso de los signos
externos feudales como eran los castillos, torres y las murallas.
Con
referencia a los castillos de tipo defensivo en la Comunidad Valenciana, la
mayoría de ellos son de época islámica, si bien algunos son de fechas
anteriores es decir preislámicos, y por
lo general estaban asentados alrededor de las ciudades, protegidos en ocasiones
por murallas que circundaban bien solo el castillo o toda la zona urbana
limítrofe.
Otras
veces y de tiempos posteriores a la dominación islámica en España, los encontramos
en la parte alta de las montañas especialmente cuando se construían para
proteger la costa de los ataques de los piratas que llegaban por el
Mediterráneo, procedentes del norte de Africa.
Para poder
entender los motivos de la desaparición de los castillos hay que empezar por el
estudio de su origen, pues algunos historiadores piensan que el castillo era
solo un símbolo de poder señorial, feudal o en ocasiones una avanzada en el
terreno del poder central con competencias administrativas y defensivas,
mientras que otros dicen que nacieron como refugio fortificado hecho por la
comunidad campesina que los cuidaban y mantenían, no teniendo nada que ver con
la función feudal ni de la emanada de la autoridad. Por otra parte, Pierre
Toubert lo interpreta como un fenómeno social más que como un elemento
meramente militar.
Con
independencia de la casuística que motivara su construcción, lo bien cierto es
que en la Edad Media los castillos, torres y murallas fueron perdiendo su
carácter de refugio de la población campesina y poco a poco pasaron a ser
propiedad de los señores feudales que dan a las torres y castillos, como dice
Jorge Saiz en su estudio titulado “La intervención del poder real en los
castillos nobiliarios valencianos en tiempos de guerra, 1424-1430” el destino
de fortaleza y lugar de morada, o sea que desempeñaban un doble papel, militar
y social.
A finales
del siglo XV, con la consolidación de la autoridad monárquica y la mayor
pacificación interna, conseguida por los Trastamara, y el traslado de
residencia de la nobleza a la capital del reino, los castillos, torres y
murallas pierden su importancia militar, y como consecuencia en unos casos del
abandono de los mismos por sus propietarios o usuarios, y en otros, de no
realizar las obras necesarias de conservación, se entra en un periodo de
destrucción progresiva de estos edificios. Llegada la edad moderna se contempla
el fuerte declive de estas fortificaciones feudales salvo en el breve periodo
de tiempo que duraron las Germanías y por la
necesidad de defender las costas de los ataques de los pueblos piratas
que invadían las ciudades marinas o próximas al mar. Pero fue a finales del
siglo XIX cuando habían perdido por completo su funcionalidad al abolirse el
régimen señorial con la extinción definitiva de algunos de sus derechos y
prerrogativas.
Los hechos
que he mencionado, marcaron el comienzo de una nueva etapa de supervivencia y
conservación para estos monumentos, pues la época de los castillos, torres y murallas había finalizado. Las murallas
fueron las primeras en caer por dos razones principales, la primera era que
impedían el crecimiento de las ciudades y la segunda es que con el trabajo que
representaba su derrumbe, se atajaba el paro que existía. Las torres quedaron
dentro del casco urbano y fueron destinadas a vivienda, almacén u otros
menesteres, y los castillos condenados al abandono y a la destrucción, siendo
en algunos casos arrasados y en otros abandonados, lo que propició a lo largo
del tiempo su degradación y la desaparición de muchos de ellos de los que no ha
quedado ni el más mínimo rastro.
Hoy día
empleamos dos ciencias que nos permiten conocer la existencia de algunos de los
castillos desaparecidos, que son la arqueología y los documentos escritos.
Con
respecto a la documentación escrita, las principales fuentes a las que debemos
recurrir para buscar información son: El Libre
dels Feyts, o Crónica de Jaime I: Mapas de la época marcando limites de
territorios; Tratados entre principes cristianos y musulmanes; Los repartimientos reales de tierras,
molinos, almaceras, hornos, tabernas, etc.
Está claro
que cuando contemos con documentación, hay que estudiarla antes de que
intervenga el proceso de excavación arqueológica, pero queda bien definido que estas dos ciencias se complementan para
ayudar al estudioso y al investigador en su tarea de localizar castillos,
torres o murallas que ya no ocupan ningún espacio físico o como mucho, sus
restos resultan imprecisos. En caso de que no se encuentre ningún documento,
solo nos queda la posible excavación, para la que hay que obtener la mayor
información posible antes de iniciarla, aprovechando por los nuevos sistemas
que hoy disponemos de fotografías aéreas, comprobar las redes de caminos, y
preguntar a las personas más mayores que en tantas ocasiones nos dan pistas y
noticias que no encontramos en otras fuentes.
A modo de
ejemplo del posible empleo para la utilización de la arqueología ponemos el
caso del castillo de Sumarcárcer que no presenta problemas de localización,
pues los restos del mismo se encuentran junto al municipio del mismo nombre,
sobre un altozano, en la parte superior de una cresta rocosa cerca del pueblo.
Las ruinas de sus murallas se divisan desde lejos y si llegamos hasta el
enclave aparecen los restos de dos edificaciones militares, las dos cisternas y
la muralla que circunda el conjunto, lo que nos permite su estudio y
descripción con la ayuda de la arqueología.
Otro caso
similar aunque en peor estado de conservación, lo encontramos en el castillo de
Tous, que esta situado a la orilla izquierda del río Júcar, mas arriba del
antiguo casco del pueblo viejo de Tous, sobre un pitón calcáreo como lo
describe el cronista Juan Martorell, cuya superficie se aumentó adosándole
muros de contención. Poco resta de esta fortificación pudiéndose localizar las
dos cisternas y una tercera que está cegada. Los restos más importantes que
quedan del conjunto es la torre que está separada del castillo y aislada del
mismo, pues las murallas del asentamiento están derruidas.
Acerca del
conocimiento por medio de documentos podemos mencionar el desaparecido castillo de Villanueva de
Castelló, del que tenemos noticias por un testimonio producido durante el
primer cerco a la ciudad de Xátiva en el verano del año 1240, cuando el rey Jaime I, en una entrevista con
un alfaquí que había enviado el alcaide de la ciudad como mensajero, el monarca
le dijo que “nunca se quitaría el cerco,
si no le dava el uno de los dos castillos de Xátiva, o Castellón”. El
alfaquí se volvió a Xátiva y tratado el asunto con el alcayde, se acordó darle
al rey el castillo de Castellón. En el año 1244 y desde este mismo castillo se
inició el ataque para conquistar Xátiva. Se trataba de un castillo pequeño, no
era una torre de vigía ni tampoco un castillo grande pero su situación
estratégica dominando el paso del río Júcar por el vado de Barragá conocido
también como “Barca de Alcosser” era fundamental para facilitar el paso a las
tropas.
Otro
castillo y murallas desaparecidos son las de Alberic, pues según Vicente
Giménez Chornet, en un documento existente en el Archivo del Reino de Valencia,
Real 614, fol. 103v-114, en el año1300 Jaime II vende a Jaime de Romaní la torre
y alquería de Alberic. Esta torre en 1271 es propiedad de una familia cuya
finalidad es defender su patrimonio de sus vecinos o enemigos. El castillo o
palacio señorial estaba situado en el centro de la población protegido por una
muralla y su función era militar, para defensa del orden feudal, funcionaba
como centro logístico de invasión y de control fiscal del sistema impositivo feudal. En el año 1869
el gobierno local decide la demolición de las murallas y el castillo o palacio
perdió su razón de ser.
Cerraremos
este breve resumen citando el castillo fortaleza de Cárcer totalmente
desaparecido y del que desconocemos el lugar de su emplazamiento, así como
noticias de su construcción ni la fecha de su destrucción. Tenemos conocimiento
del mismo porque en un privilegio del rey Jaime I, incluía en el término
general de Alzira los castillos de Cullera, Corbera, Alfandec de Maryén, Cárcer y Sumacárcer, con sus
correspondientes términos y alquerías.
Muchas
gracias por su atención.
BIBLIOGRAFIA: Castells, torres i fortificacions en la Ribera del Xúquer,
de Antonio Furió, Josep Aparici, eds., Ajuntament de Cullera, Universitat de
València, 2002.
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